Viajar...

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Viajar junto a ti a lugares recónditos y escondidos, 
perdernos en los tumultos de las grandes ciudades, sin ser reconocidos. 
Recorrer nuevos cielos y estrellas del sur, 
paladear frutas y dulces exóticos, 
y embriagarse con el universo de las especias del Gran Bazar.
Perderse en un pequeño hotel de Termal, 
visitar el Polo Norte, Canadá y Argentina….
Pasear de tu brazo por la Concha, con sombrilla y vestido de encaje 
(esto no es muy discreto que digamos…. pero me apetecía ponerlo)
Ir al Caribe, a San Francisco, New York, 
Washington, Boston, Chicago, Tokyo, Amsterdam, Roma, Venezia, Florencia…
y por supuesto:  Flâner à Paris...

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Al salir de allí...

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…Al salir de allí,  parte de tus moléculas, que aún flotan en el aire, las paredes, las sillas…., se habían instalado en mi corazón.  Esta es la puesta de sol que  Biarritz nos regaló a ti y a mi,  ayer....   nos quedan miles de Ocasos que compartir,  y miles de Amaneceres que soñar. Amo al hombre de cuarenta que habita en tu cuerpo avanzado,  amo al hombre que me mira a la cara y desata sus tormentas,  amo al hombre encerrado que jamás podrá volver a salir de una cárcel vital que no tiene escapatoria posible.  Amo de modo imposible el Amor que me amas y has amado. Me amas, lo sé... me amas como jamás pensaste que pudieras hacerlo,  me amas con la intensidad del libre mar libre infinito,  me amas sabiendo que tu amor te desgarra y te precipita al límite de tu finitud,  me amas tanto que prefieres renunciar a mi  por amor,  a pesar de que no puedas seguir respirando por el dolor que ello te causa y pueda precipitar el final.  Nos amamos ahor
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PENÉLOPE… o cómo hacer que Ulysses (J.Joyce) se rinda a nuestros pies.

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Nunca lo intenté, por pura vagancia, ignorancia o quizá inmadurez. Y resulta que ahora me ha enganchado. Quizá sea porque comencé a leerlo mientras tejía la interminable manta que llevo años tejiendo. Una manta para taparme a mi y al que, supongo que algún día sabré quién es, me acompañará en los últimos retazos de vida.
Llevo años empezando y deshaciendo una manta que tejo con cada nueva ilusión amorosa. Siempre me digo: Esta vez sí. Cambio los colores, las texturas, las formas. Pero siempre tejo. Como una extraña araña. Tejo sin adormecer a mi "víctima" y tampoco atrapo a quien quiere compartir mi espacio. Lo reconozco, mi concepción espacio-tiempo les atrae, les hace querer entrar y explorar. Pero, al final, salen corriendo y yo les abro una puerta para que salgan del laberinto. No hay minotauros y el hilo que utilizo es para tejer.
Así es que con agujas y lana aterciopelada de color amagentado estaba tejiendo mi manta cuando decidí abrirlo.
El inicio
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