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Mostrando entradas de 2013

Sueños de infancia

Sueños de infancia que iluminan como pequeñas luciérnagas las sombras de la vida. Cadáveres que cubren el camino que con esperanza quisimos recorrer cada mañana. El hedor de una vida que nos va pudriendo y apenas quedan fuerzas para intentar soñar con una brisa perfumada. Sueño que hundo mi nariz en su axila y soy consciente que jamás, nunca más, volverán las ráfagas frescas de las locas ensoñaciones de juventud. Y cuando al fin decido que ya no quiero volver a intentarlo... vuelve a aparecer. Y al navegar en sus ojos reconozco mi mirada: dura, desafiante y amarga de alma: dulce y triste de corazón. Y así entre caricias y besos dejamos que las lágrimas lavasen nuestros ojos con la inconfesable ilusión de que al menos durante un tramo del camino de nuestras vidas, si bien ya no podrá ser la alondra, sea el ruiseñor quien con su canto aleje por un momento nuestro dolor y nos permita abrir los párpados dormidos y, tras la cortina de occidente, se abra el Universo

Fuego material

No eres ya un árbol, eres fuego, rescoldo y brasa, fuego de santuario. El fuego no admite cicatrices ni heridas, las consume y convierte en nueva energía. Yo soy el fuego flamígero y danzante, el hipnótico, el fuego inmaterial y cambiante. Lo que tú crees madera, no es ya tal, quizá en tu memoria fuiste árbol, antes de mi. Pero ahora eres brasa y rescoldo, fuego material.

Sans Frayeur dans ce bois...

I. Entro En el espesor de la niebla nevada,  entro temerosa. Me pides que entre desnuda y camine descalza sobre la nieve. Hace frío y no veo si hay un abismo bajo mis pies. Mi cuerpo tembloroso apenas puede moverse. Lágrimas silenciosas brotan tibias en mis ojos. Mis labios secos no pueden llamarte y apenas alcanzan a musitar un  “te quiero”. Atrapada en mi miedo blanco y silencioso mi cuerpo se viste con  lienzos de  muerto. Desprovista de mis ropajes, tendida sobre la nieve mientras espero… te espero. II. Espero Espero tendida y quieta como me pides y los miedos de mi alma profunda y ahogada me estrangulan la vida. La muerte blanca vestida de negro alimenta a manos llenas mis miedos mientras ríe con sonoras carcajadas que solo yo puedo oir. La voz abandona mi cuerpo, mis dedos frágiles, están fríos e inmóviles, no hay fragancias en el aire. Solo quedan mis ojos abiertos esperando tu llegada. Las sombras me rodean. La muerte, satisfecha